jueves, 4 de marzo de 2010

Todo sea por el partido

EN NOVIEMBRE de 2001, un disciplinado militante socialista por entonces alcalde de Sevilla gracias al pacto con los andalucistas, abjuraba de la amistad con su antiguo vicepresidente en la Diputación Provincial, Juan Manuel López Benjumea, y votaba en contra de la fusión de las cajas de ahorros sevillanas sin apartarse un milímetro de la consigna que había dado el partido: exhibir la papeleta contra el acuerdo con El Monte en la asamblea de la Caja San Fernando.

Alfredo Sánchez Monteseirín estaba a lo que le ordenara el partido, que le había allanado el acuerdo con Rojas Marcos apenas 30 meses antes. Si el partido, como supremo hacedor de la política, decidía que el presidente de la caja de ahorros era reo de lesa majestad, no había más que hacer lo que se mandara mostrando sonriente el voto para que no cupieran dudas.

Ayer, miércoles 3 de marzo de 2010, a Alfredo Sánchez Monteseirín le tocó volver a enseñar la papeleta para que todos la vieran. El partido le había ordenado que cometiera suicidio político al anunciar de viva voz que desistía de ser el candidato en las próximas elecciones municipales en mayo de 2011. Para que no queden sospechas de por qué lo hace, se apresuró a explicar que su renuncia era para «favorecer al PSOE», esto es, sus expectativas electorales en la cita con las urnas del año entrante. Fin de su carrera como alcalde. Los designios del partido son inescrutables y los que mandan han decidido que Monteseirín resta más que suma al proyecto socialista, así que no caben discusiones.

Podía haber puesto más grandeza en el ceremonial del seppuku. Podía haber elegido otro momento, otra puesta en escena como cuando hacía balance de su gestión y reunía a todo el equipo de gobierno detrás de sí para dar impresión de bloque. Podía haber hecho una convocatoria solemne en el Ayuntamiento, rodeado de sus fieles, en vez de esa entrevista con la radio pública a matacaballo después de que Griñán precipitara los acontecimientos –¿por qué al día siguiente de la condena firme de dos de sus colaboradores y cinco días antes de un testimonio clave en el caso Mercasevilla?– confirmando que le había pedido no volver a presentarse.

Pero, sobre todo, podía haber tenido un poco más de consideración con los ciudadanos, con los que le han votado y con los que no, con los que le seguían apoyando pese a todo y con los que no veían que llegara este día. A todos les debía algo más que una justificación tan burda como la de no perjudicar a su partido. A Sevilla ya bastante la ha perjudicado.

Urbanismo bajo condena

ALEJANDRO ROJAS-MARCOS, en uno de sus habituales rasgos de lucidez, ha dado la respuesta que debió dar en su día Pepe Núñez cuando el alcalde Monteseirín se la jugó a doble o nada para romper con los andalucistas en las municipales de 2003. Ha dicho el ex alcalde que si al PA lo masacraron aquella campaña con el remoquete de «urbanismo bajo sospecha», el de ahora mismo –en coalición con Izquierda Unida– va a ser el «urbanismo bajo condena». Aquí está la primera. Y no de un juez que le tiene inquina al PSOE o que le debe favores a Zoido como malévolamente insinúan, no de ninguna sala vaticana que mea agua bendita, no de ningún juez aupado por el PP; no, del Tribunal Supremo, que ha confirmado en todos sus extremos la condena contra José Pardo y José Marín por el caso conocido como de las facturas falsas del distrito Macarena.

Así empieza a escribirse la historia de este Ayuntamiento en el que dos falsarios hacían y deshacían cobrando facturas a sabiendas de que los trabajos no se habían ejecutado o no se habían terminado. Conviene recordar los hechos probados a los que ahora el Supremo no borra ni una coma: «José Pardo pretendía obtener más dinero del que le correspondería por las obras realmente realizadas». «José Pardo actuaba aparentando que lo hacía por cuenta de la empresa Contratas y Obras Sevilla SL, pese a que sabía que la empresa había cesado su actividad a finales de 2002 y que no tenía la representación de la misma». «José Marín, que era secretario del distrito Macarena, conscientemente permitió que José Pardo cobrara obras no ejecutadas o parcialmente ejecutadas pese a conocer que estas no se habían ejecutado o se habían ejecutado parcialmente». «José Marín sabía que José Pardo no era el representante de Contratas y Obras Sevilla SL y no podía actuar en su nombre». «Sólo después de que el concejal responsable del distrito Macarena firmara los cheques para el pago de las obras, en algunos de ellos José Marín añadió a mano el nombre de José Pardo con el propósito de eludir los controles de la Administración».

Esto es ya verdad jurídica camino de la colección Aranzadi. Y ahora, que vengan los que todo lo disculpan cuando cae de aquel lado a decir que fue sólo la trapisonda de dos aprovechados, pero que el Ayuntamiento con Monteseirín a la cabeza hizo lo que tenía que hacer en cuanto tuvo noticia, por cierto a través de este periódico, que puso su empeño en aclarar un asunto que olía mal de lejos.

En realidad, esta sentencia del Supremo a quien hace justicia es a Paola Vivancos y a Rafael Carmona, los andalucistas que pagaron la osadía de destapar el escándalo con su apartamiento de la vida municipal.

Estrenos de Reyes Magos

¿QUÉ SE HACE un día festivo que cae en lunes después de un fin de semana en que se anunció la «tormenta perfecta» aunque quedara en «indefinida» y dos meses de lluvias ininterrumpidas? Sí, ¿qué se hace cuando los comercios no están abiertos y todavía no es tiempo de ir a la playa?

Para encontrar una respuesta había que estar ayer en el parque de María Luisa, aunque uno se malicia que pasaría lo mismo en la casa de campo del Alamillo o las otras zonas verdes repartidas por la ciudad. Allí estaban padres e hijos estrenando las bicicletas que les trajeron los Reyes Magos y que no habían sacado del trastero, con tanta agua como ha caído desde entonces.

Claro, lloviendo quién va a darse un garbeo en bici. Por eso, cuando ayer salió el sol, no se lo pensaron: hala, a estrenar las bicicletas y los patines al cabo de dos meses. Y veías familias enteras en bicicleta, las nenas con esas tan monas todas de rosita y los chiquillos con esas de ruedas gordas muy útiles para atravesar los fangales en que se han convertido los caminos del parque de María Luisa después de soportar casi mil litros de agua por metro cuadrado durante el invierno.

El parque estaba animado como nunca. Familias enteras paseando arriba y abajo por la plaza de América, subiendo al Gurugú o trepando por los juegos infantiles al lado de Eritaña. Tenemos dicho que la crisis ha hecho subir el aprecio por una mañana de paseo en el parque, donde no te cobran por entrar y la única tentación consumista a la que puedes sucumbir es comprar un paquetito de arvejones que tampoco es para salir de pobre, vamos.

Antes, en los buenos tiempos, ibas una mañana al parque y nada más que encontrabas a inmigrantes: las ucranianas, tan rubias y tan mujeronas, de corrinche sentadas en un banco; las marroquíes, siempre detrás de un primo o un hermano; y los matrimonios de andinos, con los chiquitines a todas partes. Pero cómo ha cambiado la cosa: ahora los nacionales ganan por goleada.

Si alguien piensa que estoy exagerando, haga memoria. De los días transcurridos desde la Pascua de Epifanía, ha llovido en la mitad más o menos. De la otra mitad ‘seca’ hay que descontar los nublados, los fríos y los neblinosos, que no es plan de ponerse a dar vueltas con la bici sin ver a los niños. Y de los que quedan, descuente los laborables a ver cuántos salen. Y de los fines de semana, reste los sábados con todos los hipermercados del mundo abiertos de par en par. ¿Qué, duda ahora de que estaban de estreno ayer padres e hijos con las bicicletitas y los patines de los Reyes Magos?

¿Tenemos un plan?

El jueves pasado, el alcalde Monteseirín daba otro bandazo en relación con el tranvía. Otro más. Ahora, la «prioridad» y la «necesidad» pasan a ser conectar la estación de Santa Justa con la plaza de la Encarnación –se supone que cuando ya esté lista, si lo está alguna vez– a través de una línea de tranvía. A su juicio, sería «un paso de gigante» sustituir los autobuses que se acercan al centro desde el norte y el este de la ciudad por un ramal del tranvía que paradójicamente el Ayuntamiento que preside está prolongando justo en la dirección contraria, buscando enlazar la estación central de viajeros ferroviarios con la Plaza Nueva.

Resulta casi imposible hacerse una idea de lo que quiere lograr el equipo de gobierno municipal. El propio Monteseirín ha incorporado la máscara de la esfinge para sugerir otras opciones sin concretar cuáles puedan ser: «Se abren más posibilidades, no sólo hacia Santa Justa desde San Bernardo, sino desde otros puntos a otros lugares».

Ya. El tranvía llegará a San Bernardo duplicando el trazado del metro subterráneo, pero eso no parece importarle demasiado a las lumbreras municipales. Tampoco saben cómo llegar desde allí a Santa Justa: bien por la avenida de la Buhaira bien por la avenida de San Francisco Javier.

Pero es que antes de eso, hubo otras propuestas. Por ejemplo, se acarició un tiempo la posibilidad de que el tranvía circulara por la calle Torneo para conectar un ramal proyectado hasta la Plaza de Armas con la Barqueta y de ahí, atravesando la Alameda, con la Campana. Para llegar a la Plaza de Armas, el trazado que ahora muere en la Plaza Nueva debería prolongarse por Zaragoza, Reyes Católicos y Julio César.

Pero es que antes de esa ensoñación, el concejal de Movilidad, Francisco Fernández, soñaba en voz alta con extender el tranvía, a modo de «metro en superficie», a barrios periféricos de la ciudad tales como Sevilla Este y Pino Montano. Con prevención, el edil hablaba de hacer compatibles ambos sistemas de transporte público para evitar solapamientos y se atrevió a poner el ejemplo de París, donde algunas líneas de metro van elevadas como era costumbre en las ciudades a principios del siglo XX para evitar que los transportes confluyeran en una misma plataforma. Pero antes de decidir llevar el tranvía hasta los barrios de las afueras, convendrá saber qué se va a hacer con la ampliación de la red de metro, circunscrito en la actualidad a una sola línea.

Y aquí también tienen un sueño –han debido de leer demasiado a Martin Luther King– en el Ayuntamiento, expresado después de lo del tranvía por Sevilla Este pero antes de lo del trazado por la calle Torneo. Se trataría, ni más ni menos, que de ejecutar seis tramos de las líneas 2, 3 y 4 del metro en conexión con la línea 1 ya ejecutada para dar servicio inmediato a vecinos de Triana, la Macarena, el centro, Nervión, el Polígono de San Pablo, Bami y Heliópolis.

Itinerarios para perderse

Por entonces (mayo del año pasado), se atrevían a ponerle fechas al sueño: 2011 para que entraran en servicio los ramales troceados de Plaza de Armas-Santa Justa, Santa Justa-Avenida de Andalucía, San Lázaro-Puerta Osario, Reina Mercedes-Prado de San Sebastián, Plaza de Armas-Virgen de la Oliva, Avenida de Andalucía-Reina Mercedes con siete estaciones intermodales de conexión.

¿Se ha perdido acaso amable lector con esta sucesión de imposibles? No me extraña. Confieso que yo también ando extraviado entre tanto plan y contraplan como son capaces de sacarse de la manga. Un día el tranvía va por un sitio y al siguiente, justo en la dirección contraria. Un mes quieren seguir el metro por un trazado y al mes siguiente, justo por la opuesta.

El discurso oficial en torno a la movilidad –incluyendo aquí recorridos peatonales, restricciones al tráfico rodado, extensiones de transportes públicos, infraestructuras ferroviarias y aparcamientos disuasorios– asemeja a un enorme caldero en el que se cuecen todos los ingredientes a la vez como si un cocinero demente los fuera añadiendo sin ton ni son sin perder el hervor. Al final, lo que se escuchan son los borboteos de la cocción estallando como pompas.

Pretender que el ciudadano medio se haga siquiera una idea aproximada de cómo va a quedar el mapa de movilidad urbana es, en tales circunstancias, una quimera. En primer lugar, porque ni ellos mismos lo saben. Cualquiera en su sano juicio, se sentaría con todas las administraciones implicadas, con todos los sectores concernidos, con todos los actores que tienen algo que decir a diseñar un plan consistente, bien formulado y mejor graduado en el tiempo en función de la disponibilidad de recursos y las necesidades de la población.

Un papel en el que se especifique claramente qué va antes de qué y cuánto va a costar cada medida. Nada de eso se ha hecho, según parece. Incluso puede dudarse de que, en realidad, tengan un plan.