viernes, 18 de febrero de 2011

viernes, 11 de febrero de 2011

Epístola mural a un amigo

¿Qué es nuestra vida más que un breve día, / do apenas sale el sol, cuando se pierde / en las tinieblas de la noche fría?

TE MANDO esta carta a la vista de todos en vez de colgarla en el Muro de tu perfil como era mi primera intención, porque sé que desde el martes no te atreves a mirarlo. Sé que ahora mismo cambiarías todos los éxitos profesionales que estos días justamente te llegan por poder parar el tiempo hasta justo un instante antes de aquel fatídico momento. Poder estar allí, poner el hombro al amigo, musitar unas palabras de aliento, levantar el ánimo y acabar la parrafada con una risotada al viento. ¡Ah, la vida que se nos escapa!

No hay enemigo más implacable que uno mismo. No te reproches nada. No te hieras más de lo que te han herido las flechas del destino, no te tortures con lo que pudiste haber hecho, con lo que pudiste haber dicho, con lo que pudiste haber descubierto. Primero es el dolor agudo como una daga afilada que se clava en el pecho y sólo después golpea el mazo de la pena honda hasta hundirlo más si cabe. Y más tarde, la angustiosa sensación de impotencia, de fracaso de todos, que se mete por las rendijas del cerebro y no hay quien la saque de allí: 'si yo hubiera estado... si yo le hubiera dicho... si yo...'

Ahora repasarás tus últimas semanas y te verás enfrascado en una investigación de la que nadie más que tú sabía el alcance y te sentirás vacío. Yendo y viniendo a deshora, robándole horas al sueño, arañándole tiempo a los que tenías más cerca. Y pensarás que ha sido en balde, que el esfuerzo no ha merecido la pena porque el torpedo en la línea de flotación no terminará por hundir el imponente acorazado, pero que, sin embargo, nada te devolverá a tu amigo.

Cantarán los gallos al amanecer, ladrará el perro al ocaso, se desperezará la hierba con el rocío de la mañana y él ya no estará. Se descubrirán nuevos casos de falsos prejubilados, se enredarán los políticos en sus reproches recíprocos, se echarán en cara los corruptos de aquí con los de allí, la historia dictará sentencia y él ya no estará.

Sé cómo te sientes, vacío a ratos y otras veces lleno de remordimientos, porque yo también he pasado por lo mismo. Por eso no puedes rendirte ahora, en este preciso momento en que flaquean las fuerzas y el corazón se afiebra, en que la memoria se nubla y la razón se turba. Hay que seguir hundiendo la reja del arado en la tibia tierra para que la mies dé el fruto apetecido a la vuelta del calendario.

Nada puedes hacer por cambiar el pasado, que escrito queda. ¿No ves que los surcos de la vida están llenos de lágrimas?

javier.rubio@elmundo.es

10/2/11

jueves, 10 de febrero de 2011

Qué aburrido es gobernar


AHÍ ESTÁ EL TÍO, primero aguantando la risa como puede mientras mira a los fotógrafos y luego estallando en una carcajada de ver al presidente de Airbus Military en una situación apurada, con la pierna atrapada entre dos andamios extensibles de los que se usan en los hangares para trabajar en los aviones. Ahí está en lo alto, al lado de la ministra, como cuando éramos chicos y nos llevaban de excursión a la fábrica de La Casera -'no veas qué flipe las botellas dando vueltas'- y nos ahorrábamos una mañana de Matemáticas, Lengua, Historia y Música. La pena es que nos perdíamos el Betis-Sevilla del recreo, pero qué se le iba a hacer. Valía la pena romper la monotonía y salir un día de aquellas cuatro paredes grises con el crucifijo y la foto oficial de los Reyes en la que el vestido de Doña Sofía de la coronación había pasado del fucsia al rosa palo.

Y ahí está él, disfrutando tanto como el niño travieso que había en todas las clases, del día de asueto, de la excursión y de la trapisonda de ese buen hombre con una pierna atrapada mientras la ministra, el delegado del Gobierno y sus ayudantes se afanan en sacarlo del atolladero. Exactamente como a él mismo: un pato cojo al que no hay manera de rescatar del agujero en el que ha caído por mala pata.

¡Qué aburrido debe de ser gobernar una ciudad como Sevilla desde un despacho! Encargarse de que los policías persigan los botellones o multen a los conductores que se saltan semáforos, que los barrenderos limpien las calles, que los colegios estén pintaditos al comienzo del curso, que los autobuses no pierdan vueltas y dejen al público en las paradas, que los auxiliares de clínica acudan a las casas de los viejitos a cuidarlos, que los bomberos estén prestos y los jardineros poden los rosales. Qué aburrimiento.

Y si se está al final del mandato, en esos meses de la basura mientras los candidatos se disputan la envenenada herencia del sillón, entonces el tedio tiene que ser mortal. Qué plastas los funcionarios con sus reclamaciones, qué cansados los vecinos pidiendo que terminen las obras, qué pesados los periodistas con sus críticas...Por eso, lo mejor es pasar el tiempo escribiendo artículos para los periódicos: de historia de la Constitución de 1812 o del avión militar de transporte, de lo que sea con tal de distraer la mente y tenerla ocupada en algo que merezca la pena. Y de paso justificar los viajes sin ton ni son por cualquier motivo y con ningún fruto...

Ahí está el tío, carcajeándose delante de todo el mundo. ¿De quién se ríe?javier.rubio@elmundo.es

9/2/11

miércoles, 9 de febrero de 2011

Tres hitos de la memoria


LA ESQUELA del primer aniversario -ayer mismo, la del ex hermano mayor del Santo Entierro al que la muerte lo sorprendió en zapatillas- es la verdadera medida del tiempo. El taco del calendario es una ilusión vana: tantas hojas por delante para arrancarlas sin poder saber ahora qué deparará el 24 de mayo, si la Bolsa subirá o se hundirá el barril de Brent, o qué tiempo hará el 13 de noviembre por la tarde. El recordatorio de los que ya no están entre nosotros es la vara con que medimos nuestra existencia.

Toda nuestra memoria está jalonada de hitos, unos personales e intransferibles y otros, compartidos. La suma de todos esos mojones a lo largo del tiempo forma la memoria colectiva o el mínimo común denominador de los que somos coetáneos: ¿dónde estabas cuando se escucharon los tiros en el Congreso el 23 de febrero? Pues va a hacer treinta años. Y bien que se van a encargar de recordárnoslo.

Pero a veces, las efemérides pasan de largo sin detenerse en nuestra puerta, tal vez por cansancio, tal vez por desconocimiento, acaso porque ya se borraron del inconsciente colectivo que les daba valor y no hay nada que perdure de ellas. Días atrás se han cumplido veinticinco años de la explosión en directo en las pantallas de televisión de todos los colegios estadounidenses del transbordador 'Challenger'. Nadie o casi nadie se ha encargado de rememorar la tragedia de Christa McAuliffe, la afortunada elegida del programa Teachers in Space con que la NASA reaganiana quería volver a ilusionar a los estudiantes.

Los jesuitas, por su parte, han conmemorado el sábado el vigésimo aniversario de la muerte del padre Arrupe, superviviente del holocausto atómico en Hiroshima y superviviente del 'diktat' del papa Wojtyla en la Congregación General 33, en la relativa intimidad de su solvente dominio de los nuevos medios de comunicación.

Acaba de morir Maria Schneider, la protagonista de 'El último tango en París' con el que suspiró toda una generación de españoles, y las reseñas de su vida se detenían en esa película de Bertolucci como si les fuera imposible seguir avanzando. Puede que a la protagonista de aquel film nihilista tan hijo de su tiempo, de las convicciones marxistas de su director, de la hipocresía que había rodeado las relaciones de pareja, también se le hiciera cuesta arriba seguir viviendo después de aquello.

Puede que a nosotros también se nos haga cuesta arriba seguir viviendo sin pararnos un minuto a mirarnos a nosotros mismos cuando estalló el Challenger, dimitió Arrupe o Maria Schneider gemía.

javier.rubio@elmundo.es

8/2/11

martes, 8 de febrero de 2011

El negocio de los ERE


De 2002 a noviembre de 2010 (última fecha disponible en las estadísticas del Ministerio de Trabajo), 70.298 andaluces se vieron afectados por alguno de los 4.759 expedientes de regulación de empleo (ERE) que la autoridad laboral autorizó. De ellos, más de 21.000 trabajadores andaluces perdieron su empleo a causa de esta figura laboral.

¿Alguien puede asegurar que todos y cada uno de esos más de 21.000 andaluces despedidos de sus puestos de trabajo tenían derecho a cobrar los 30 días de indemnización por año trabajado que como media se establece en los ERE? ¿Alguien quiere poner la mano en el fuego por todos y cada uno de esos expedientes cuya liquidación se dejaba en manos de un director general de la Consejería de Empleo que ha admitido la existencia de un «fondo de reptiles»?

¿En cuántos de esos trámites administrativos no hay «hombres de paja» como acertadamente concluye la pericia policial en torno al ERE de Mercasevilla que ha destapado un caso de arbitrariedad, intereses creados y pingües ganancias a cuenta de los 700 millones de euros de que ha dispuesto el Instituto de Fomento de Andalucía para subvencionar de manera excepcional expedientes de regulación de empleo con nombres y apellidos?

Mientras la investigación judicial no esclarezca uno por uno los 4.759 expedientes entre el año 2002 y 2009, todos están bajo sospecha. De momento, al primer tapón ha salido zurrapa. Con sólo suponer que se ha colado un nombre falso en la mitad de esos trámites, estaríamos hablando de 2.375 «hombres de paja» a lo largo de ocho años en que ha estado en vigor la irregular encomienda para que las subvenciones de más de tres millones de euros no tuvieran que pasar por la mesa del Consejo de Gobierno.

Si la cuantía media de la indemnización por despido en los expedientes de regulación de empleo está por encima de los 10.500 euros, basta una multiplicación para calcular por encima el monto defraudado del que podemos estar hablando: 23 millones de euros. Sí, es sólo una suposición, pero de momento, es lo que tenemos.

Las cifras dan vértigo. Los expedientes de regulación de empleo se han convertido en un lucrativo negocio para todos los interesados, incluyendo los propios trabajadores despedidos, por chocante que parezca.

Los empresarios ajustan costes y productividad por la vía de la reducción de plantilla, ya que otras modalidades les resultan más onerosas y complicadas. Esta vía está permanentemente abierta merced a una Administración siempre dispuesta, allanada en su rigor normativo por encomiendas como las de la Junta de Andalucía, y convenientemente engrasada merced a la tajada que los sindicatos obtienen de esta fórmula de despidos.

Como el ERE obliga a una negociación entre la empresa y el comité laboral, enseguida aparecen abogados laboralistas y comisionados sindicales para tratar de elevar al máximo la cuantía de la indemnización. Por cada trabajador, lo mínimo que se cobra es entre 150 y 400 euros en concepto de gestión. En muchos casos, los propios empleados despedidos ni siquiera saben que se les detrae esta mínima cantidad y, en otros casos, la dan por bien empleada tras conseguir una tajada de varios miles de euros por término medio.

Ahora bien, todos los expedientes de regulación de empleo requieren de autorización administrativa. La gran mayoría -con porcentajes que superan el 98%- llega a la mesa de la autoridad laboral con acuerdo entre el patrón y sus empleados, lo que allana bastante el 'nihil obstat' de la consejería del ramo. Pero hace falta disponer de conseguidores y mediadores a fin de que el ERE caiga del lado de los que la Junta de Andalucía está dispuesta a subvencionar en aras a la continuidad de la empresa, por ejemplo.

Y ahí es donde aparecen los personajes turbios de este negocio: tipos con contactos capaces de moverse con soltura por los despachos y con capacidad para influir en la toma de decisiones. ¿Qué son 63.000 euros en el montante final de las indemnizaciones para cincuenta despidos? Ligados a los conseguidores aparece la figura de los comerciales de seguros, pugnando por la póliza que garantiza el cobro regular de las indemnizaciones sin tener que sujetarse a los vaivenes de la tesorería de la Hacienda pública.

El sistema está tan perfeccionado, que el fraude es la esencia misma de su naturaleza. Lógicamente, nadie desde dentro se ve con fuerzas para denunciar una situación cuando menos irregular: ni el empresario que se deshace de parte de su plantilla a menor coste; ni los sindicatos que cobran por las gestiones; ni los propios trabajadores, temerosos de perder el empleo y la indemnización si, al final, la empresa quiebra y tienen que cobrar una mínima parte del Fondo de Garantía Salarial. Hasta que una juez destapó el escándalo.

javier.rubio@elmundo.es

7/2/11

sábado, 5 de febrero de 2011

La expresión del momen to

SIN DUDA, el lector se malicia que la columna de hoy va a versar sobre alguno de los signos cotidianos que nos avisan de la situación de hartazgo mezclado con infinita decepción en que nos debatimos. ¿Sin duda por qué? Desde Descartes en adelante, la civilización occidental se ha fundamentado en la duda como método, en la curiosidad por despejar las incógnitas y establecer -sería más correcto decir intuir- las reglas de obligado cumplimiento que siguen los fenómenos de la naturaleza. Hasta que, de repente, se nos han deshecho las dudas y no hay político, empresario o simple conferenciante que no nos las quite de gope y porrazo por una de esas malversaciones de la lengua en la que caemos sin darnos cuenta.

Dice Griñán, por ejemplo, que el dato del desempleo en enero «no ha sido bueno», pero que todo el empleo perdido «se va a recuperar, sin duda, en los próximos meses». Dios mío, tanta certeza espanta. Si eso mismo llevan diciendo meses...

Dice don Zoido en uno de sus garbeos preelectorales, esta vez por el barrio del Arenal, ante un bache como quien recita el monólogo de Hamlet: «Actuaciones puntuales como ésta, que son urgentes y prioritarias, las que estén en un estado intransitable, sin duda se van a hacer en el próximo mandato». Pues anda que no se ha echado tarea encima el hombre.

Y fuera de Sevilla también, no se vayan a creer que es moda hispalense. Dice la portavoz socialista en el Ayuntamiento de Málaga para meterle el dedo en el ojo al alcalde del PP que la capital de la Costa del Sol es «sin duda, una de las ciudades más sucias de España». Pues será que no ha paseado lo suficiente por Sevilla.

La muletilla se cuela por donde menos se la espera. Dice el Ayuntamiento de Córdoba en una declaración institucional, nada menos, con el pretexto de bautizar la estación de ferrocarriles con el nombre de Luis de Góngora y Argote, proclamado «sin duda, poeta más excelso del Siglo de Oro y de toda nuestra historia literaria». Ahí va eso y que se mueran los feos.

Y hasta la inspectoría salesiana da cuenta de que se han comido la circunscripción de Sevilla integrándola en una llamada Mediterránea bajo estas premisas: «La unificación del territorio, del gobierno y de la gestión de las obras permitirá optimizar, sin duda alguna, el empleo del personal salesiano». Dios lo quiera y don Bosco lo permita.

Ahora sí que no queda ninguna vacilación de que cuanto más insisten en despejarnos las dudas de antemano, más se nos acrecientan. Verbigracia: La columna de hoy tiene poco de infalible, sin duda.

javier.rubio@elmundo.es

4/2/11

viernes, 4 de febrero de 2011

Esta vaina se acabó


SE ACABÓ LO QUE se daba. O más bien, no se daba. El arzobispo de Sevilla acaba de promulgar un decreto de obligado cumplimiento entre las cofradías de la archidiócesis por el que cualquier hermana que cumpla lo establecido en las reglas puede vestir el hábito nazareno. Ea, ya está. Noticia al canto en el telediario nacional y sanseacabó. Aquí paz y después, gloria.

Un aplauso para monseñor, que ha cortado el nudo gordiano como hiciera Alejandro Magno desenvainando no la espada, sino la pluma con la que ha escrito la norma que entrará en vigor el 2 de marzo. Lo mejor que tiene este arzobispo es la visión utilitarista que se desprende de su relación con las cofradías. Si le sirven a su proyecto pastoral, bien; si no, a cerrar el quiosco. Ah, los cofrades se llevan las manos a la cabeza mesándose los cabellos porque no los tienen suficientemente en estima como ellos suponen merecer. Pero Asenjo va a lo suyo y no se para en distracciones, en discusiones bizantinas sobre el sexo de los ángeles o de los penitentes a las que tan aficionados son el mundo de las cofradías.

La de ríos de tinta que han corrido, la de cabildos a deshora, la de votaciones en las que las juntas de gobierno se han jugado su futuro, la de reuniones de Moeckel con Benigno (q.e.g.e.), la de horas consumidas a favor y en contra, la de amagos y fintas para decir lo que se quería decir sin molestar a los que no querían que se dijera, qué sé yo, la de energías perdidas en una cuestión menor que el paso del tiempo ha puesto en su sitio.

Asenjo anunció el martes el decreto y al día siguiente se ha publicado. El anuncio lo hizo en una rueda de prensa para animar la presencia de sevillanos en la Jornada Mundial de la Juventud en la que ha puesto su empeño personal Rouco Varela, cardenal de Madrid. Hoy, en el colegio Santa Ana, se reúne con profesores y titulares de la escuela católica de la archidiócesis, que es donde la Iglesia se juega la influencia que le queda para las próximas generaciones. De esos tres asuntos (visita del Papa, mujeres nazarenas y prietas las filas en los colegios religiosos), ¿a cuál piensan los cofrades sevillanos que le presta monseñor Asenjo menos interés?

El tiempo siempre juega a favor de la Iglesia: cualquiera de sus pastores, incluso el más botarate, le lleva dos mil años de ventaja a su grey. Cuanto más, este arzobispo que se ha distinguido, desde que llegó, por no temblarle el pulso para tomar la determinación que él considere más oportuna a sus intereses. Esta vaina se acabó. La de tiempo que nos podríamos haber ahorrado hace 14 años...

javier.rubio@elmundo.es

3/2/11

jueves, 3 de febrero de 2011

Lo que tenga que ser, que sea


NUNCA HA ENCERRADO tanta verdad como en los momentos actuales el remoquete con que se etiquetan los sondeos demoscópicos cuando se hacen pasar por información: «De celebrarse hoy las elecciones...» Justo eso: de celebrarse hoy las elecciones, nos ahorraríamos los cuatro meses que nos quedan por delante hasta la fecha en que se abran las urnas. Lo peor no es que cada día nos aseteen con una trochería del tamaño de la Catedral, sino la falta de pulso que se percibe en la ciudad. Ya saben: lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no termina de morir. Debe de ser porque bicho malo nunca muere.

Visto el nivelito de la precampaña electoral, podríamos ahorrárnosla y además le ganábamos dinero: entre los bonobuses para los parados de Torrijos, las becas para los alumnos buenecitos de Espadas y los cheques escolares de Zoido, qué dineral nos va a costar la Alcaldía. Así que si este domingo, así a bote pronto, se convocaran las municipales, mejor para todos.

Uno no sabe si los sevillanos están sedientos de urnas, como propugnó Rajoy en su convención nacional de hace diez días, pero, desde luego, sí que están ayunos de gobierno. Ayunos de alguien que mande y se preocupe por la ciudad en vez de por su futuro como acaba de hacer Monteseirín con esa ectoplásmica fundación para conmemorar la primera circunnavegación terráquea ¡dentro de ocho años! Eso se llama ir con tiempo.

Lo que nos aguarda los próximos cuatro meses es más de lo mismo: un alcalde que no se termina de ir del todo y dos candidatos que todavía no han llegado. Si tiene que gobernar Zoido, cuanto antes. Y si los votos le dan a Espadas la suma de concejales para desplazar al vencedor en las urnas, pues adelante. Todo menos este marasmo en el que nadie toma una decisión para no comprometer a los suyos.

Lo que tenga que ser, que sea cuanto antes: cuánta palabrería insulsa nos ahorraríamos, cuánta promesa inalcanzable borraríamos de un plumazo, cuánta incertidumbre eliminaríamos. Empezando por la mentecatez de ese consejero que reclama la atención de la ministra de Economía para empezar una obra de su incumbencia. Como si en plena batalla cotidiana con los fondos soberanos, los inversores institucionales, los especuladores contra el bono, el FMI y la UE pudiera decirles Elena Salgado: «Un momento, por favor, que me llaman de Sevilla para arreglar lo de los terrenos de la Ciudad de la Justicia». Que el viento barra este légamo cuanto antes.

javier.rubio@elmundo.es

2/2/11

miércoles, 2 de febrero de 2011

¡Y el Nobel para un pregonero!


SI JUAN ESPADAS, el candidato que se presenta adornado con los perejiles de la modernidad más rabiosa a través de las redes sociales y la política 2.0, ha abrazado la medalla de la ciudad para la hermandad del Rocío del Cerro del Águila y Antonio Rodrigo Torrijos, el candidato que se presenta adornado con los perejiles del anticlericalismo más rancio, ha hecho lo propio con la hermandad del Rocío de Sevilla Sur, es que estamos perdidos. Bueno, unos más que otros, pero en general andamos tela de desnortados.

Está muy bien esto de repartir medallas y honores de la ciudad a hermandades y cofradías, sobre todo, porque abre unas posibilidades prácticamente ilimitadas para los aspirantes a sentarse en los sillones del concejo. Como cada año Palacio erige una nueva... la última, la de Pasión y Muerte de Triana, que dicho así del tirón parece que es el nombre de una biografía de Belmonte, por lo menos.

Pero los políticos locales no deberían limitarse a solicitar ese reconocimiento colectivo para las hermandades, sino que deberían competir también por ver quién hace la propuesta más estrafalaria con la que granjearse las simpatías del 'voto morado', como acertadamente lo bautizó el compañero Carlos Navarro Antolín. De momento, va ganando Espadas con lo del monasterio de Santa Clara convertido en local de ensayo de las bandas de música.

Pero hay mucho más que hacer para arañar un puñadito de votos. Aquí va una lista de sugerencias para que los candidatos en liza la tomen como mejor gusten:

Rotular todas las plazoletas, bocacalles, callejones y barreduelas sin asfaltar del barrio correspondiente con todos y cada uno de los titulares de la cofradía más cercana, incluyendo santos y beatos.

Pedir el premio Velázquez, que concede el Ministerio de Cultura a la trayectoria vital de un artista plástico de indiscutible prestigio, para el cartelista de turno del Consejo de Cofradías, en vista de que no le van a pagar ni un euro por su creación.

Propugnar para el premio Príncipe de Asturias de la Concordia a las cofradías sevillanas personificadas, precisamente, en la Concordia entre la Macarena y el Gran Poder. Y que vaya un piquete de los armaos a por el galardón desfilando por Oviedo.

Solicitar el premio Nacional de Fotografía no para Luis Arenas, sino para el primero que se líe a hacer fotos sin flash subido en la escalerita mientras el paso está arriado. El premio se concederá al peso.

Y, de remate, pueden presentar al pregonero de la Semana Santa del año que más coraje les dé al premio Nobel de Literatura. A ver si se lo dan. Y a ver si así vais a ganar más votos, lumbreras.

javier.rubio@elmundo.es

1/2/11

martes, 1 de febrero de 2011

Vencedores y vencidos


Lo dijo esa menuda mujer -aunque también mujer menuda- que es Teresa Jiménez-Becerril en el atril del homenaje a su hermano y su cuñada, asesinados por un sicario del secesionismo vasco la noche del 30 de enero de 1998 cuando volvían a casa: «En el final de ETA, si es que llega pronto, tendrá que haber vencedores y vencidos». La raya divisoria tiene que quedar bien patente: de este lado, el Estado de Derecho y quienes lo respetamos tan escrupulosamente como para entender la gracia para los criminales arrepentidos; del otro lado, los derrotados fanáticos que sueñan con implantar un estado vasco regido bajo los principios del socialismo real.

Aquella ensoñación se ha llevado por delante en los últimos cuarenta años más de 850 conciudadanos. A algunos los conocíamos en persona: a Alberto Jiménez Becerril y a Ascen, por ejemplo. Si los mataron alevosamente aquella noche fue porque encarnaban al enemigo de la lucha de los patriotas separatistas, que no es otro que el Estado de Derecho que, ahora, está a un paso de proclamar la victoria definitiva sobre esta monstruosidad con la que hemos convivido en los últimos 40 años.

Desde que mataron a Alberto y a Ascen, ETA ha declarado tres treguas. Las dos primeras las rompió volviendo a asesinar. En esta tercera, ha puesto condiciones para no volver a empuñar las armas: que se permita a sus conmilitones participar en el juego democrático volviendo a presentarse a las elecciones municipales de mayo. Los terroristas necesitan el dinero público para alimentar su estrategia y el altavoz de las instituciones desde el que lanzar sus proclamas para sentir que los estragos que han causado han servido para algo, que su lucha no ha sido en balde. Que haber matado a un matrimonio dejando huérfanos a tres hermanos de 8,7 y 4 años les ha sido útil al cabo de tres lustros para que los asesinos salgan de la cárcel y quienes los apoyan, amparan o justifican encuentren acomodo en la grandeza de la democracia.

Este razonamiento es justo diametralmente opuesto con el de las víctimas de la barbarie terrorista. Decía ayer Antonio Basagoiti, presidente del PP vasco en el homenaje a sus compañeros asesinados en 1998, que «si ETA saca algo, se pisoteará a las víctimas». Quienes han estado en la primera línea de la trinchera del sufrimiento y el dolor -como las familias del matrimonio asesinado- quieren saber que su angustia no ha sido en vano.

Las familias de Alberto y Ascen -pese a todo lo que llevan pasado, que sólo ellos lo saben- son afortunadas. Cada 30 de enero, como ayer, se recuerda al matrimonio y se le homenajea como se hacen con los caídos de una buena causa: la de nuestra libertad. ¿Pero cuántas familias de cuántas víctimas de ETA nunca han tenido ni un solo día de reconocimiento? ¿Cuántos muertos se despacharon del País Vasco sin un mal responso, cuántos hijos han tenido que callar por miedo o por prevención que a sus padres los había asesinado un pistolero que decía actuar en nombre de la independencia y la libertad del pueblo vasco?

Condiciones de derrota

La trampa más evidente en la que puede caerse es equiparar los sufrimientos de ambos lados de la raya que separa el bien del mal. A nuestros caídos se oponen los de ellos; a la sangre de nuestras víctimas se contrapone la de los suyos; a las familias destrozadas por las bombas y los disparos de los terroristas se enfrentan las familias de los presos o de los terroristas muertos o torturados.

Sin embargo, se trata de una equiparación falaz contra la que hay que estar en alerta en este tramo final de la derrota de ETA. Ascen y Alberto no eligieron morir esa noche de hace trece años, pero quienes los mataron alevosamente por la espalda sí que premeditada y conscientemente escogieron causar el mayor daño posible incluso a personas de las que sólo sabían que ejercían un cargo público. Esa diferencia resulta clarificadora a la hora de enjuiciar de qué lado se inclina la balanza de la Justicia. No son Ascen, Alberto y Clara -los tres hijos que han crecido sin padres- los que tienen que perdonar a los verdugos de sus progenitores, sino que han de ser éstos los que tienen que pedir humildemente perdón, reconocer el mal que hicieron, resarcirlo como puedan y jurar por lo que consideren más sagrado -vale lo mismo una Biblia que la independencia de Euskadi- que no volverán a empuñar un arma.

La guerra limpia contra el terrorismo etarra está próxima a su fin, pero en ninguna guerra los vencidos han dictado las condiciones. Ése es el final «decente y eficaz» al que aludía el presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti. Decente por justo y eficaz por útil a quienes siempre nos mantuvimos de este lado de la raya.

javier.rubio@elmundo.es

31/1/11