viernes, 21 de enero de 2011

Alfredo, vente pa' Alemania


EN REALIDAD, esta columna de hoy la podría escribir con más propiedad mi admirado Luis Olivencia, que es muniqués de afición. O mi amigo Klaus, que lo es de nación. Incluso André podría agavillar estas ideas, aunque sea hanseático de la parte de la ciudad libre de Hamburgo y mire a los bávaros con el aire displicente que se dan los de Norte, los de todos los nortes con los del Sur.

Reconozco mi debilidad por la capital de Baviera desde los Juegos Olímpicos de 1972, cuando uno era un crío que soñaba con emular a Mark Spitz (en el bigote nos parecemos) y aquel sueño lo destrozaron los terroristas palestinos con la masacre de atletas judíos que martirizó la ciudad como no lo había hecho la Segunda Guerra Mundial. Luego, cuando se pisa la Marienplatz y se pasea sin prisas por la Maximilianstrasse se hace uno cuenta cabal de lo que es una gran ciudad: poderío económico, claro, pero también educación y respeto cívicos.

El alcalde Monteseirín está en Munich. Por lo visto, descubrió que le faltaba esa chincheta en el mapa de los viajes de su mandato, y allá que se ha encajado. La excusa se la proporcionado la madera que se trata en Finnforest Merk, la empresa que se está poniendo las botas sirviendo los tablones tratados para construir las setas de la Encarnación.

El Ayuntamiento ha emitido una nota en la que deja sentado que a Monteseirín lo ha invitado la empresa de las maderas, no vaya a creer ningún malpensado que el desplazamiento se lo vamos a pagar nosotros. ¡Qué va! ¿Viajar a costa del contribuyente? No, eso es impropio de don Alfredo, a quien en la fábrica del maderamen esperaban con inquietud:

-Y este hombre, que se va a despedir del cargo y no viene a vernos, con lo buen cliente nuestro que es...

La factoría era un sinvivir porque no iba a Munich. Un día y otro venga a llamar a Sevilla, a ver si lo convencían:

-Don Alfredo, no se haga más de rogar, que en el departamento comercial quieren darle un pequeño homenaje al alcalde que más ha hecho por nosotros.

Y allá que se ha ido, aprovechando que tenía que presentar su campañita de despedida Sevilla se ve en el Instituto Cervantes de Berlín. A los alemanes ha ido a venderles la factoría de Airbus Military y la esclusa del puerto. Qué pena que no tenga tiempo para acercarse a Magdeburgo, a observar in situ el mayor canal artificial del mundo que cruza sobre el río Elba. Mira que ir a a Alemania a presumir de ingeniería...

Si algo tienen los alemanes, es sentido del ridículo. A ver si se le pega algo...

javier.rubio@elmundo.es

20/1/11

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