miércoles, 12 de enero de 2011

Que no se entere la Merkel

LO MEJOR QUE tuvo la cabalgata de Reyes Magos de ayer es que pasó en tres cuartos de hora. Total, como ya la habíamos visto el año pasado, y el anterior, y el anterior del anterior… se agradecía que fuera tan rápida: algo bueno tenía que tener. Bueno, eso y que por fin se jubilaron las abuelas de la carroza aquella de la tercera edad que daba penita verlas tirando los caramelos de uno en uno.

Por lo demás, la sensación de déjà vu acompañaba el cortejo desde la cruz al preste -huy, perdón, del coche de Protección Civil al autobús escoba de Casal-, como si ya se hubiera visto pasar antes con las mismas carrozas remozadas o directamente repintadas para disimular que no las cambian desde hace un lustro, por lo menos. Cabalgata de recuelo, como aquellos cafés de la posguerra que se obtenían de la segunda infusión de los posos sobrantes de la primera presión.

La cabalgata del Ateneo ha conseguido situarse en el olimpo de lo clásico: la carroza de las Crónicas de Narnia no podía ser más actual, con la cuarta entrega de la serie cinematográfica estrenándose en la cartelera navideña por estas fechas. Quién iba a reparar que la saga lleva cinco años justos en los cines de medio mundo. Y los lumpa-lumpa de la fábrica de chocolate Wonka de Charlie se van a salvar porque Zapatero ha impuesto la jubilación a los 67, que si no, ya estaban fuera de la carroza. ¡Qué sería del Ateneo sin Tim Burton, el cineasta autor de Pesadilla antes de Navidad!

Es de suponer que este año los responsables del Ateneo no promuevan la votación para indultar una carroza del cortejo, porque de hecho todas las que salieron ayer a la calle ya las había indultado la crisis o, mejor dicho, el aprovechamiento en beneficio propio que el Ateneo hace del dinero que le saca a la cabalgata.

Pero en fin, como pasaba ligerita y sin parones, no hacía frío y no había ni rastro de la anunciada lluvia, pues la cosa se sobrellevaba con entereza: los beduinos a caballo achuchaban a la infantería beduina y la Virgen María parecía que la iban a fichar en una versión de Jesucristo Superstar de lo que se movía, braceaba, tocaba el silbato y bailaba en lo alto de la carroza del nacimiento.

Todo como siempre, incluida la plasta de caramelos aplastados en el suelo que las barredoras 502 y 503 de Lipasam se esforzaban en despegar y limpiar nada más acabar de pasar el cortejo. Con la que tenemos encima, como se entere la Merkel de que se han tirado 50 toneladas de caramelos, nos interviene hasta la cabalgata. ¿Mira que si nos hace un favor?

javier.rubio@elmundo.es

06/1/11

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