viernes, 14 de enero de 2011

No te muevas de tu barrio

NO HACE tanto tiempo, el encomio de las bondades de una vivienda ineludiblemente hacía referencia a dos cosas: a lo bien comunicada que estaba con el centro de la ciudad y a la oferta comercial y de ocio de la zona donde radicaba. Irse a vivir a Triana, por ejemplo, siempre fue andarse por los arrabales, con el río por medio para llegar a Sevilla. Al cabo de los años, los trianeros experimentaron algo parecido al exilio cuando las riadas y la salubridad general de los corrales se los llevaron a manojitos al Polígono de San Pablo. Aquello sí que estaba retirado.

Pero ya fuera en las casitas de la Dársena o en los bloques de Antioquía, la referencia seguía siendo el centro comercial de la ciudad y su variada oferta de tiendas, teatros y cines para todos los bolsillos y todos los gustos. Y el sistema viario de la ciudad estaba enfocado para que de los barrios distantes se pudiera llegar con comodidad al casco antiguo.

Todo aquello empezó a cambiar con el empeño andalucista del «Barrio a barrio» con marcada tentación electoralista. De aquella época son las bolsas de plástico con el eslogan más reaccionario y dirigista que se recuerda: «Compra en tu barrio». Luego llegó el remate con el discurso de la policentralidad del que alguna vez habló Monteseirín y que ahora parece que nunca existió. Y ahí se fraguó el proteccionismo de barrio en el que andan nuestros políticos locales, a un paso de reinstaurar los almojarifazgos y alcabalas para obligar a todo el mundo a comprar en la tiendecita de al lado de su casa por narices.

Izquierda Unida, que siente predilección por meterse en la vida privada de los ciudadanos, ha puesto en marcha una campaña bajo el eslogan «Tu barrio, tu centro de compras» con la que quiere congraciarse con los tenderos y, de paso, reducir la tendencia de «compra excesiva» en las grandes superficies, que ni crean empleo, ni pagan impuestos, ni generan riqueza en la ciudad, ni nada de nada.

Todo obedece a una estrategia calculada al milímetro: una vez que se dificulta la llegada al centro, se promueve una campaña que desincentiva el desplazamiento para hacer la compra so pretexto de la defensa del comercio tradicional, al que le han dado la puntilla.

El siguiente paso es la desarticulación de la ciudad como una entidad unitaria, descoyuntada en once reinecitos de taifas llamados distritos con su virrey y su pleno en miniatura costeado con cargo al bolsillo del contribuyente. Exactamente como esas bolsas cutres en las que llaman «mercado» a lo que toda la vida de Dios le hemos dicho «plaza». ¿Por qué no dejan que gastemos nuestro dinero donde nos dé la gana?

javier.rubio@elmundo.es

13/1/11

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