domingo, 16 de enero de 2011

En Barcelona, sí; aquí, no

SE LO ESCUCHÉ la otra mañana en el programa de Carlos Herrera a Joaquim Nadal, que se ha convertido en el hombre fuerte del PSC en el Parlament de Cataluña, a propósito de las primarias que los socialistas van a dirimir para tratar de salvar los muebles en las elecciones municipales de Barcelona: «No hay nada peor que cuando las cosas van mal, que éstas no se muevan, que se produzca un enquistamiento». Y qué mejor zamarreón que convocar a la militancia para que opine y exprese nítidamente sus preferencias por uno de los dos candidatos que se van a disputar encabezar el cartel electoral en mayo.

El alcalde Jordi Hereu se las va a ver con Montserrat Tura, consellera de Justicia hasta el cambio de gobierno en Cataluña, a pesar de que la norma del PSOE -que no es lo mismo que la del PSC, claro- es que no se convocan primarias allí donde se está en la Alcaldía. En el PSOE-A de Pepe Griñán -que no es lo mismo que el PSOE, claro también- la norma ha sido que no se convocan primarias en ningún sitio y sanseacabó, no fuera a ser que se las plantearan a él mismo. Tal vez ello explique que en el acto de presentación del candidato Espadas no tuviera rubor ninguno en robarle protagonismo y aparecer él mismo como el aspirante deseoso de recibir el refrendo de la militancia, el aplauso de los fieles y el aliento de los incondicionales.

Vuelvo a Nadal y al riesgo cierto de enquistamiento que observaba en su partido. Cualquiera que esté mínimamente atento a lo que sucede con el PSOE sevillano coincidirá en que el gran partido tanto tiempo hegemónico en la provincia se encuentra en ese delicado trance. Llenar el auditorio de Fibes a base de acarrear pensionistas septuagenarios de las agrupaciones locales puede servir para calmar la ansiedad de tener que enseñar músculo para confirmar la supremacía, pero en el fondo lo que hace es acentuarla.

El ambiente que trasminaba el palacio de congresos el lunes por la noche debía de parecerse mucho al de los asediados resistentes del Álamo, haciendo acopio de toda la munición a mano y recurriendo a todos los hombres útiles para empuñar un arma con la que defender el bastión. Sí, el candidato es nuevo, pero en su discurso y en su actitud latía la defensa de todo lo bueno (y también lo malo, ése es su pecado original) que han hecho los socialistas.

Está por ver quién lleva razón. Si el inmovilismo sevillano o el meneo barcelonés. Puede que, a la postre, ninguna medicina surta efecto cuando la metástasis del derrotismo hace tiempo que minó el cuerpo electoral socialista.

javier.rubio@elmundo.es

14/1/11

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