miércoles, 19 de enero de 2011

Analfabetismo religioso

LOS CATÓLICOS NO deberían dejarse escandalizar por la foto de Txelis recibiendo la comunión en la parroquia de San Ignacio de Loyola -precisamente, del santo de Azpeitia que antes fue soldado de un regimiento del Rey y después general de la compañía de Jesús- de San Sebastián, sino por la poca cultura religiosa que demuestran personas a las que se les supone formación.

Vaya de entrada que se puede ser creyente, agnóstico o ateo, pero lo que no se puede ser es analfabeto religioso por usar la expresión que ha hecho fortuna en los aledaños de Heliópolis. Gordillo ha respondido como debía, que una cosa es no saber cómo se mueve el mercado de fichajes, con sus tiburones dando dentelladas y sus comisionistas dando bocados, y otra bien distinta es no conocer la vergüenza.

El etarra Txelis es la puesta al día de la parábola del hijo pródigo tan clarita de entender. ¿No dice el Evangelio que hay más regocijo en el cielo por un pecador arrepentido que por cien justos? El perdón de Dios, esa expresión tan popular, es algo tan alto y tan personal que no somos los demás quiénes para inmiscuirnos en la conciencia del prójimo, aunque sea un tipo bajo cuyas órdenes se cometieron 200 asesinatos. A lo más que podemos aspirar es al perdón de los hombres, que se sustancia en la condena penal impuesta por un juez por delitos probados.

Esta confusión de planos es más frecuente de lo que parece. Y no beneficia en nada ni a los creyentes ni a la Justicia. Digamos que cada carril discurre sin rozarse con el otro y ya depende de la geometría de creencias propias que se considere que esas paralelas se cortan en la Eternidad del Infinito o jamás lo harán.

Por eso, cada vez que se examina una cuestión religiosa desde la óptica jurídica, se corre el riesgo de caer en errores de bulto. Es lo que le acaba de suceder a la juez que ha dado carpetazo a la denuncia por la campaña contra el sida de Juventudes Socialistas que presentaba un condón como una hostia.

Los católicos no deberían escandalizarse por el sobreseimiento, sino por la pifia teológica de su señoría cuando dice que «si importante es para un cristiano practicante recibir el cuerpo de Cristo a través de la hostia consagrada, igual de relevante es para la lucha contra el VIH el uso del preservativo». ¿Lo ven? El cuerpo de Cristo, no bajo las especies del pan y el vino, sino a través de la hostia. ¡En la ciudad que ha hecho del Corpus Christi una de sus señas de identidad! ¡Y pensar que media Europa guerreó contra la otra mitad por la doctrina de la transubstanciación para llegar a esto!

javier.rubio@elmundo.es

18/1/11

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