miércoles, 12 de enero de 2011

Lo indispensable y lo prescindible

El candidato socialista Juan Espadas da hoy el pistoletazo de salida a la carrera electoral con su presentación en sociedad por todo lo alto, aplazada a finales de noviembre. Mes y medio después, la contienda por el sillón de la Alcaldía recobra su pulso con los tres contendientes en liza y cuatro apasionantes meses por delante en los que nadie sabe qué va a ocurrir.

Al debate eminentemente local de unas municipales, se van a superponer inexorablemente las circunstancias económicas del país. Es verdad que la situación de los mercados de deuda se iba a poner difícil en este primer trimestre del año, pero la sorpresa es que el ataque de los especuladores y de los acreedores se haya iniciado tan pronto como se han recogido los 57.000 kilos de desperdicios (la mayoría, caramelos tirados al suelo consciente y deliberadamente) de la treintena de cabalgatas de Reyes Magos que se han paseado por Sevilla.

En el momento en que Portugal tire la toalla y se acoja a alguna fórmula de intervención conómica, España se quedaría sin más cortafuegos a la espera de que las medidas impopulares que tiene que tomar el Gobierno basten para saciar el hambre de los mercados.

Llegados a este punto, el lector puede preguntarse qué puede importar que Zapatero se vea desautorizado y el país entregado a una suerte de protectorado económico que lleve a cabo el ajuste necesario para seguir sobreviviendo en el concierto de naciones y, de paso, salve el euro. Y más aun, el lector puede interesarse de qué manera ese paisaje ciertamente desolador puede afectar a Sevilla.

No seamos tan presuntuosos como para pensar que el mundo gira alrededor de nosotros: una ciudad medianita capital de una región en la cola de las estadísticas europeas en un país de la periferia en grave riesgo de irse al garete. Eso es Sevilla hoy por hoy.

Pero qué duda cabe que lo que suceda con la economía española tendrá su correlato en la política local durante estos cuatro meses y medio que faltan hasta el día 22 de mayo. Por lo pronto, la ciudad recibe el año 2011 sin presupuestos aprobados en tiempo y forma, lo que viene siendo una constante de la coalición de gobierno PSOE-IU. Y es más que probable que la prórroga de los presupuestos vigentes de 2010 se alargue, como otros años, hasta bien entrada la primavera.

En realidad, poco importa prorrogar la ordenanza de presupuestos del año pasado o aprobar unos nuevos con el escasísimo margen de maniobra que le queda al Ayuntamiento después de pagar a su personal y transferir las cantidades millonarias que demandan las empresas municipales para no verse abocadas a su extinción societaria. Simplemente, no hay nada que invertir, sólo gestionar las nóminas y pelotear las letras que giren unos proveedores a los que se paga tarde y mal.

Este panorama de la hacienda local sevillana tiene su traducción en la carrera electoral: no habrá dinero para prometer nada, a menos que se imponga un severo ajuste de costes de personal que, sinceramente, ningún político en su sano juicio va a anunciar jamás.

Así que en vista de que no hay harina que moler, los candidatos locales podrían empezar por ponerse de acuerdo en cuáles son los servicios públicos básicos en los que no se puede escatimar. Por si no lo tienen pensado, ahí va un sucinto guión de lo indispensable: seguridad ciudadana, conservación de colegios, ayuda domiciliaria, limpieza viaria y transporte colectivo. El resto queda a merced de las promesas electorales y la habilidad de las autoridades para conseguir ingresos extraordinarios con los que financiar inversiones o mejoras.

Y todo lo demás debería someterse al escrutinio de la eficacia en el gasto, la eficiencia en la gestión del dinero público y la necesidad de contraerlo. ¿Cumple alguno de estos requisitos la campaña de propaganda que ha anunciado el alcalde Monteseirín como regalo de despedida? En absoluto. Luego, convendría empezar por ahí y luego, examinar una por una todas las partidas presupuestarias hasta completar el mapa de lo indispensable y de lo prescindible.

No hay más cera de la que arde. Y puede que haya menos todavía si finalmente el país tiene que echarse en brazos de sus salvadores foráneos. Convendría que, entre todos, ahora que se avecina una endiablada campaña electoral de cuatro meses, fuéramos capaces de discutir dónde se puede ahorrar hasta el último céntimo y dónde se debe mantener o, incluso si es posible, incrementar el gasto.

Porque si no lo hacemos y nos dedicamos a discutir del traslado de la Feria de Abril o la expropiación de Tablada como irresponsablemente hemos hecho los últimos diez años, alguien acabará decidiendo por nosotros qué es lo que se puede mantener y lo que no. Y no habrá vuelta de hoja, ni para Zoido, ni para Espadas, ni para Torrijos.

javier.rubio@elmundo.es

10/1/11

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