martes, 18 de enero de 2011

Canal Sevilla-Bonanza II

El culebrón del dragado del Guadalquivir para aumentar la profundidad del cauce y que buques de mayor calado puedan remontar el río hasta el puerto fluvial de Sevilla lleva camino de convertirse en una reedición del nonato canal de Sevilla a Bonanza en el que el tardofranquismo cifró todas las posibilidades de desarrollo económico de la capital andaluza durante décadas.

Puede que, de hecho, el dragado se haya convertido ya en un nuevo proyecto irrealizable como aquel canal navegable que iba a servir para convertir al único puerto interior de España en cabecera de la modernidad. Sevilla lleva oyendo hablar del dragado del Guadalquivir más de una década. Se han evacuado informes, se han dirimido cuestiones técnicas, se han alzado voces a favor y en contra, pero no se ha sacado ni una pala de limo del fondo del río hasta hoy.

El Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino prescribió el viernes pasado a la Autoridad Portuaria que el dragado del río tiene que contar con el visto bueno del Consejo de Participación del Entorno Natural de Doñana para luego volver al departamento ministerial de Rosa Aguilar para la autorización definitiva hechas todas las salvedades incluidas en la declaración de impacto ambiental de 2003 y el reciente informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Es decir, dragar lo mínimo indispensable, regenerar el estuario y prevenir la erosión de las márgenes. En tales circunstancias, ¿merece la pena meterse en faena?

La cuestión reúne suficientes controversias científicas cuya consideración no cabría en esta página. Lo que sí cabe examinar es la actitud que está manteniendo la Autoridad Portuaria en torno a una labor crucial como es la excavación del cauce fluvial si se quiere que toquen puerto barcos de mayor tamaño que los actuales… ahora que la manga ya no es inconveniente porque se ha ampliado la esclusa. Y ahí justamente es donde se transparenta el título de esta sección, porque la nueva compuerta de acceso al río urbano, con una inversión de 170 millones de euros, es ahora la gran justificación para hacer el dragado inevitable.

Durante mucho tiempo, dragado y nueva esclusa fueron de la mano. La una no tenía sentido sin el otro. Hasta que la oportunidad política separó las dos obras hidráulicas claves en el puerto de Sevilla del siglo XXI. La esclusa ha entrado en uso, pero el dragado sigue literalmente enfangado en la marisma: arroceros y ecologistas se echan las manos a la cabeza porque la 'autopista fluvial' afectaría a los cultivos y al inestable equilibrio de la vida natural del estuario.

Un nuevo estadio olímpico

Sólo que ahora está en servicio la esclusa de 170 millones de euros, que sin el dragado se convertiría en un nuevo estadio olímpico de la Cartuja, una de esas obras colosales que Sevilla levanta cada quince años sin tener asegurado el uso que se les va a dar. ¿Por qué no se esperó a hacer la compuerta cuando estuviera resuelto el dragado? ¿O lo que se intenta es presionar por la vía de los hechos consumados?

La argumentación del presidente de la Autoridad Portuaria, Manuel Fernández, de que el dragado es vital si se quiere evitar episodios como las inundaciones de Écija no es de recibo en alguien, no de su valía profesional, pero sí de su experiencia en un cargo tan principal y tan bien remunerado.

Aludir a los cadáveres de animales muertos en un cauce por el que suben o bajan, grosso modo, cinco millones de toneladas al año es una ridiculez como si se pudiera comparar un río con más de cien metros de orilla a orilla con una tubería de un metro de diámetro que una vaca hinchada pudiera obturar. Aparte de que todos los informes destacan que lo que necesita el estuario y sus marismas asociadas son más inundaciones y no menos.

El asunto es suficientemente delicado y tiene suficientes aristas como para no caer en esas simplificaciones de barra de bar. El puerto volverá a convertirse en el argumento de la campaña electoral, como cada cuatro años: se magnificarán sus potencialidades, se esconderán sus limitaciones y todos los candidatos apelarán a que el río debe convertirse en motor de la economía sevillana. Es lo que tiene la retórica electoral.

Por eso sería de agradecer que no se echara mano del recurso a los cruceros turísticos para justificar una obra de tal envergadura: no merece la pena poner en riesgo el humedal de mayor valor ecológico del sur de Europa para que quinientos o mil turistas remonten cada vez el Guadalquivir rumbo a Sevilla. Sencillamente, para ese viaje no hacen falta unas alforjas tan caras.

javier.rubio@elmundo.es

17/1/11

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