jueves, 27 de enero de 2011

La leche de las cajas

TRANQUILOS, que la leche del título no es ninguna expresión malsonante como la que se oía en el vídeo cateto del alcalde Monteseirín y su delegado de Urbanismo asombrándose en Munich del corte de un tablón de madera. No, la leche a la que se hace referencia es la que iba en el cántaro, con la que se iba a hacer unos quesos que, luego de vendidos en el mercado, darían para comprar otra vaca con la que aumentar la producción y montar una granja que daría para… ¿recuerdan el cuento de la lechera? Pues ya ven dónde ha acabado la leche de las cajas de ahorro: por los suelos.

Hace unos días, en un intercambio de frases al que nos vamos acostumbrando como sucedáneo de la conversación, una vieja amiga sostenía que la caja única de Chaves habría sido la única garantía de contar con poder financiero andaluz en estos momentos. Y apostillaba a medio camino entre retadora y displicente: «¿O no?». La respuesta, como es obvio, estaba encerrada en esa interrogación para nada retórica: O no. Efectivamente, quién sabe dónde acabarán las cajas de ahorros españolas después del ultimátum que el Gobierno les ha lanzado para que cometan seppuku desventrando su capital con la entrada de accionistas privados con el Banco de España ejerciendo de ayudante del suicida presto a cortarles la cabeza en cuanto hagan la señal convenida.

Así que ponerse a estas alturas a dilucidar si Cajasol o Caja de Navarra se van a llevar el gato al agua de Banca Cívica es un ejercicio perfectamente inútil porque pudiera ser que, al cabo de ocho meses, lo que quede de Cajasol, de la CAN y de demás compañeras mártires sea un hermoso cascarón vacío como el que ya es, de hecho, Cajasur: una fundación en la que los encajes de bolillos no los hacen sólo las septuagenarias sino sus gestores para sobrevivir.

Aquí, la única que puede presumir es Unicaja, que viene a ser como esa tía soltera que hay en todas las familias, que de tantos pretendientes que la rondaron con ninguno se casó. Pero entra, sale, viaja, gasta, regala, hace de su capa un sayo y no tiene que darle explicaciones a nadie. Y encima edita libros antológicos de Semana Santa, rescata manuscritos de los Machado y pasea esculturas por la Plaza Nueva. Vaya con Unicaja.

El resto, antes que tarde, va a quedar bajo la tutela de papá Estado o de unos maridos celosísimos de su intimidad como son los accionistas, a los que van a tener que rendir cuentas al céntimo. Al cabo de una década por entero perdida, no queda más que lamentarse por la leche de las cajas derramada.

javier.rubio@elmundo.es

26/1/11

1 comentario:

  1. Y habrá stock options para los directivos que se queden y para los que entren nuevos cuando se privaticen. Los mismos que las han casi destruído.

    Por no hablar de que en España no hay tanta gente que tenga suficiente dinero para comprar una caja (o parte de ella) Los que sí tienen esas cantidades pondrán el precio, que no ser pondrá por su valor, sino por lo que estén dispuestos a pagar los pocos con capacidad de comprarlas.

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