miércoles, 3 de febrero de 2010

Este febrerillo no está loco

AYER COMENZÓ la semana y empezó el mes. Fue lunes 1 y hoy es martes 2. El domingo será 7 y dentro de cuatro periodos exactos e idénticos, medidos de lunes a domingo, se habrá acabado febrero sin cabos sueltos ni días encabalgando otras semanas. Y lo mejor es que marzo volverá a arrancar en lunes y mantendrá el paso hasta que el lunes 29 se descuajaringue. ¡Qué delicia para los enemigos del calendario un febrero como éste!

Si no hay más que verlo en el almanaque de sobremesa –cómo será la crisis que he tenido que agenciarme uno de aquella manera con la de calendarios que todo el mundo te enviaba de propaganda– tan compuestecito, tan ordenadito, tan arregladito. Qué encanto de febrero. No hay más que compararlo con agosto. Haga la prueba: el día 1 ahí descuadrado en domingo con todo el campo libre como si fuera a desfilar de alférez y luego, abajo, el lunes 30 y el martes 31 apelotonados en la sexta trabajadera, compartiendo cacho con sus primos de la semana anterior para que quepan en las filas reservadas a cada mes.

Lo suyo es que todos los meses fueran como este febrero: del 1 al 28 en cuatro semanas justas. Lo bueno que sería para cobrar nóminas, para recordar las citas de los médicos, para que el colegio siempre empezara el mismo día, para repartir las vacaciones, para ordenar transferencias, para fijar las festividades religiosas, para sabérselo de memoria sin necesidad de echar mano del teléfono móvil.

No estoy loco. No del todo, claro. O, al menos, no más que los miembros de la World Calendar Association, una histórica organización que hunde sus raíces en la Sociedad de Naciones del primer tercio del siglo XX y que propugna un calendario universal perpetuo que empieza siempre en lunes y acaba en domingo con trimestres exactamente iguales de 91 días, trece semanas y tres meses, lógicamente, que también se abren un lunes y se cierran un domingo. Eso hace un total de 364 días a los que se suma un día en blanco de Nochevieja igual para todo el mundo que no tiene existencia a efectos legales ni administrativos. Para los bisiestos, la jornada extra se añade al 30 de junio también fuera de ordenación.

Esto de los calendarios nos parece inamovible sólo por pereza, porque no nos hemos parado a pensar que se trata de una construcción abstracta de la mente humana para acompasar a machamartillo el año lunar con el solar. Y de esa coyunda imposible de vez en cuando nos salen meses perfectos como este febrerillo que a ver quién es el que osa llamarlo loco.

1 comentario:

  1. Vengo aquí por recomendación de un amigo y me ha gustado el planteamiento. Confieso que al principio me ha convencido, pero luego, con mi manía de llevar la contraria, creo que es mejor este calendario irregular y con excepciones que el calendario de meses de cuatro semanas exactas, porque así el hombre se acostumbra a la idea de que el mundo no se amolda a la perfección a sus categorías mentales, que son exactas y matemáticas, mientras que el mundo es como es. Un abrazo.

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