martes, 23 de febrero de 2010

Motivos para huir de Sevilla

COMO UNAS ciudades ganan la fama y otras cardan la lana, a esta Sevilla de nuestras culpas le ha correspondido el nada decoroso título de ombliguista. Ea, ya estamos. Cádiz es la liberal y Málaga es la pujante. Pero Sevilla es la ombliguista que, miren por donde, es capaz de reírse de sí misma con una guasa que ya quisieran para sí otras localidades donde los dogmas de identidad colectiva son intocables por mucho que se aireen en carnaval.

En Sevilla, la ombliguista, se acaba de publicar una revista que no se la salta un galgo, Diecisiete, sobre su fiesta más universal en la que se ventilan a la vista de todo el mundo algunas de las miserias y los peligros que acechan la Semana Santa. Después vendrán los de siempre con la tabarra del ombliguismo, pero leyendo los artículos de su primer número no cabe duda de que el ramillete de autores elegido por el editor no comulga precisamente con las ruedas de molino acostumbradas o inusuales, como ese émulo de Fama, a bailar que se ha puesto a pegar saltos mientras sonaba nada menos que Valle.

Bueno, pues si eso pasa con la Semana Santa, que es el tarrito de las esencias de la ciudad, qué no puede pasar con el resto. La prueba del nueve se la ha hecho Jorge Molina, amigo periodista prematuramente apartado de los fogones donde se cocina la actualidad para convertirse en eficiente jefe de sala.

Molina presentó anoche su indispensable antiguía antiturística que lleva por título 123 motivos para no viajar a Sevilla. En ella desgrana todas las contrariedades que asaltan al viajero en cuanto pone un pie en Sevilla: desde los taxis del aeropuerto o los camareros graciosos hasta el (insufrible) volumen de fondo o los anti Semana Santa.

El libro se ríe descaradamente de los lugares más comunes de la ciudad empezando por la pseudoliteratura turística a la que fustiga a placer parodiándola. Aunque no lo parezca, la antiguía le puede ser más útil de lo que se imagina el autor al turista desprevenido que se atreva, pese a todo, a venir. Pero qué hay de los sufridores en casa, que tenemos que aguantarnos con vivir aquí.

Estoy por proponerle a Rosita, la editora, otra guía-secuela con los motivos para huir de Sevilla, que deben de ser muchos más de los 123 consejos que da Molina a los viajeros inadvertidos.

¿O no les parece suficiente motivo para najarse los políticos de la ciudad? Y la puñetera lluvia que no ha parado en tres meses, ¿no es para quitarse de enmedio hasta que lleguen los 40 a la sombra?

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