viernes, 12 de febrero de 2010

No hay obra sin dificultades

CADA VEZ QUE veo una foto de concejales con el casco blanco visitando una obra como los exploradores se calaban el salacot para adentrarse en la jungla, me echo a temblar. No porque piense que alguno se va a esbolillar un pie, líbreme San Cristóbal, que es patrono de los caminantes y los automovilistas, de ese mal pensamiento. No, el miedo es mucho peor: si los llevan de visita a ver andamios y sacos de cemento es porque hay que aflojar la cartera. Y no la de ellos, sino la suya y la mía.

Es que no falla. Fueron a ver los hongos alucinógenos de la Encarnación y, hala, a los pocos días pasaban la nueva multa para que la paguemos a escote. Y ayer mismo, el concejal de Urbanismo, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, invitó a sus colegas de la oposición a recorrer las obras de la ampliación de Fibes y, zas, facturita al canto: 14 millones de euros más que habrá que apoquinar entre todos para ver si se termina de una puñetera vez la ampliación del auditorio más anunciado del mundo.

Sostiene el edil de Urbanismo que, al final, la broma no va a pasar de los 80 millones de euros en lo que se licitó porque para eso las contratas se han encargado de comerse la baja con que se le endosó a Emvisesa en vista de que no había ninguna constructora dispuesta a meterse en tal embolado.

Catorce millones más... y gracias. Porque ha asegurado el concejal Rodríguez Gómez de Celis –el único que da la cara, hay que reconocérselo, en vez de irse a los carnavales– que de ahí no pasa... hasta que pase.

Dice el subalcalde que la obra está dando empleo a muchos albañiles con el mismo tono de conmiseración con el que su compañera Maribel Montaño defiende la televisión municipal porque ha dado mucho empleo con los enchufes. De las cámaras y los focos quiero decir, malpensados.

Y dice también, para justificar las alzas de precio y las demoras de plazo en su construcción intermitente, que no hay «ninguna gran obra en el mundo que no tenga dificultades», punto en el que le doy toda la razón. En efecto, no hay ninguna gran obra en el mundo que no tenga sus dificultades, sólo que en Sevilla no hay ninguna obra por birriosa y minúscula que sea (leáse un simple carril bici cuyo trazado hay que modificar una y otra vez) que no tenga dificultades.

Y por favor, Alfonso, no te lleves más a los concejales de excursión, que cada vez que se plantan el casco, me echo la mano a la cartera.

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