sábado, 27 de febrero de 2010

Adam Smith va poco a la Feria

PASAN LOS DÍAS, cada uno con su afán, pero no cae en el olvido la entrevista en estas mismas páginas días atrás con Jaime Bretón en la que refutaba a conciencia que se hubiera adjudicado una caseta de Feria aunque a la vuelta de los años –así es la vida– se hubiera incorporado como socio a una peña de amigos que consiguió la suya cuando él estaba de delegado de Fiestas Mayores. Que ya es casualidad, por cierto. O tino con los amigos. O ambas cosas a la vez. En fin, no vamos a entrar en polémicas.

Más enjundia tenía, sin embargo, su confesión espontánea de que le había asignado casetas, a título personal, a ilustres representantes de la vida social y económica de la ciudad. Bretón citaba expresamente al presidente del Consejo de Cofradías, al director regional de El Corte Inglés, a Aceites del Sur, a Ecovol, al presidente del Club de Enganches y a Luis Uruñuela como ex alcalde.

Desconozco –porque Bretón no lo decía y a mí me ha dado pereza preguntarlo, ésa es la verdad– si todas estas personalidades de la vida pública sevillana han devuelto la caseta al Ayuntamiento o se la han traspasado a sus sucesores cuando ha cesado la actividad empresarial o de representación por la que les fue concedida. Salvo Uruñuela, claro, que no va a dejar nunca de ser ex regidor de Sevilla.

Lo más chocante es que sostenía Bretón que este singular sistema de adjudicación ad hominem venía respetándose con independencia de qué partido gobernara el Ayuntamiento. O sea, que el delegado de Fiestas Mayores era quien evaluaba la conveniencia de que una empresa o una asociación de la ciudad dispusiera de espacio propio en el real de la Feria donde cerrar tratos, convidar a proveedores, estrechar lazos con clientes y todo lo que se hace en una caseta de Feria, verbigracia la de Alfonso Mir, mientras los figurantes cantan y bailan para darle prestancia.

No se lleven las manos a la cabeza todavía. Tampoco es cuestión de escandalizarse, porque en este caso, el mal no es genuinamente sevillano. Es simplemente el modo en que evolucionan las cosas cuando se les aplica la férula de la concesión administrativa. Si además se hace bajo cuerda, el resultado es el que es.

La mano invisible de Adam Smith resolvía esto de un plumazo dándole las casetas a los mejores postores en una subasta pública y abierta. Pero como tampoco es plan, un punto intermedio podría ser que las concesiones rotaran para que nadie se sienta con más derechos que otros. El mercado siempre acaba con el mercadeo, que es lo que hay aquí.

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