sábado, 27 de febrero de 2010

Si no llega a ser por la corta...

LA RIADA MILENARIA tendrá que esperar. Por mucho que impresione el caudal de 2.500 metros cúbicos por segundo (algo así como vaciar a la vez 150 millones de botellas de un litro cada minuto), el Guadalquivir ha alcanzado puntas de crecidas todavía más elevadas: la riada centenaria (por su recurrencia cada cien años en los cálculos de los ingenieros hidráulicos) alcanzaba de media hasta 9.000 metros cúbicos por segundo que se traducía en inundaciones de 10 metros de altura en el casco urbano.

Los pantanos de la cuenca, aunque no lo parezca, son los que nos han defendido de esta avenida. Es muy común considerar que la única función de los embalses es almacenar el agua para asegurar el suministro durante el estiaje, cuando resulta tan vital o más la capacidad de regulación del curso fluvial en sucesos tan críticos como el que hemos vivido en los últimos días.

Mientras la presa de Alcalá del Río, el último obstáculo con el que se encuentra el Guadalquivir antes de discurrir libremente por los meandros de su estuario, esté a medio llenar es señal de que hay margen para laminar una crecida superior a los algo menos de 300 hectómetros cúbicos que puede llegar a desaguar el río en un día de riada como el martes.

Hay que darle la enhorabuena a los ingenieros de la Confederación Hidrográfica por la excelente gestión que han hecho desembalsando al límite de la capacidad de los pantanos de la cuenca. En las circunstancias vividas, que sólo las zonas bajas de Lora del Río hayan sufrido la furia del Río Grande, es para felicitarse.

La corta de la Cartuja es la última defensa de Sevilla para la riada centenaria si Mariano Palancar no me deja por mentiroso. Aprobada en 1972, adjudicada en vida del dictador y concluida en 1982, permitió, entre otras cosas, la instalación de la Exposición Universal en los terrenos ganados al río en la península (está unida a Triana por el sur) de la Cartuja.

Pero antes de que Manuel Prado y Colón de Carvajal, Álvaro Navarro y Miguel Sánchez Montes de Oca se fijaran en aquel suelo para levantar la Expo 92, hubo que tomar la determinación de cortar el río. La explanación para desviar el cauce y levantar un muro de cota doce es infinitamente menos vistosa que plantar un rascacielos de cuarenta plantas y 175 metros en Chapina.

Menos mal que incluso en la noche oscura de la dictadura había quienes se daban cuenta de que el progreso verdadero de la ciudad pasaba por defenderse del traicionero Guadalquivir. Si no es por ellos, ayer hubiéramos estado con el agua al cuello. Y de la Torre Pelli, ni hablamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario